junio 12, 2009


Para Lea Pentagna

En las manos del ocio, un breve tiempo abriste tu ala blanca, pregonando el lejano país donde se oculta la oriental primavera. Yo podía,con un antiguo gesto silencioso,sentir la palpitante ligereza del aire en mis mejillas, como vuela entre el denso calor adormecido la errante mariposa. Nunca tuve poder más lisonjero que los días en que en tu frágil cetro de bambúes florecían las brisas al deseo de su mecido dueño. ¿Quién osabar ivalizar conmigo un privilegio tan olvidado, y quién sonríe ahoraa esos dones trenzados por las gracias? Breve fue, ¡oh tierno objeto!, la fragante flor de tu amor, que arranca de las manos el destino insaciable cuando intenta hundirnos en distancias infinitas.Como un sueño contemplan nuestros ojos el vacío de algo que brillaba como un cuerpo real, y sólo queda de un tal placer la sombra de una duda,con tan intensa fuerza evocadora que visionarios somos de sus tercas formas desvanecidas. Un aliento de extraña ligadura nos conmueve con todo lo que fue, y así tú ahora transmites al que pulsa el varillaje de tu inconsciente alma, unos secretosvelados por la lánguida pereza,y que dan a esa faz que te sonríe,como yo ayer, el soplo de la vida.

De "Las iusiones"

Juan Gil-Albert






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